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martes, 16 de noviembre de 2010

Rosa 01: íntimo

Hoy hace frío en San Salvador. Parece que el viento ha disminuido la intensidad de los últimos días. Ya no volverá a descubrir... Pero aquí estoy, con mi compu en mi jardín, con un pañuelo en el cuello, como es habitual en mí, con una tacita de té verde y miel elaborado por unas productoras de la zona de Morazán. Escuchando a Sabina... muy típico.

Y agradecida. Por estar aquí. Por vivir. Por sentir. Por lo que me ofrece este país. Por lo que me permite aportarle. ¿Agradecida a quién? Es difícil agradecer cuando no tienes un dios a quien rendir cuentas. A la vida. A esas energías. A mi abuela. A mi otra abuela. A los que me ayudaron a ser quien soy, a los que me siguen apoyando, a pesar de conocerme, de saber quién soy y en qué me he convertido. A pesar de involucionar, de no parar de redescubrirme, de la deconstrucción y la construcción.

Deconstruir para construir. Eso es lo que hago, a nivel personal y a nivel laboral. El equilibrio es complicado. Pero consigo reservarme estos momentos, para mí, para ti. Lo que había perdido. Ahora los cambié por otros menesteres. Por fin me atrevo a escri-vivir (dedicado!), aunque me siga dando pena, aunque me sigan saliendo los colores (y nunca mejor dicho) si pienso que alguien lo lee.

En este momento de reformas internas, de adaptaciones a otras realidades, a otros haceres y otros sentires, en este momento, agradezco el no entender completamente a las personas de este país. Las susceptibilidades, las desconfianzas, las infidelidades, las impuntualidades, las otras éticas, las deshonestidades... Se tambalean ante mí los principios más básicos. Me obligan, de nuevo, a deconstruirme. A encontrar una balanza entre la tolerancia por “otra cultura tan cercana” y mis valores. Todavía no encuentro ese equilibrio. Espero estar cada vez más cerca.

[cocino, con cariño, vuelvo a dedicarme este momento...]

No encuentro mi parte masculina acá. No hablo de pareja sentimental-sexual. Eso podría ser bastante fácil, si quisiera. Pero aquí las mujeres son mujeres, antes que personas. Y tengo que aceptarlo como parte del equilibrio (¿?). Pero mi naturaleza me dicta que los hombres son personas antes que hombres (¿?). Extraño a mi amigo (amigo como género masculino, no como neutro) con el que compartir una buena copa de vino, alguna que otra incoherencia, otras quejas por los especímenes de su mismo sexo y, sobretodo, risas, risas limpias, sin nada detrás, sin dobles sentidos. Y ese abrazo.

Sin embargo, lo disfruto, y lo sufro.

Sonrío.

Y parece que los vientos de octubre en noviembre, algo descubrieron...

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